sábado, 22 de diciembre de 2018

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Estaba rota. Y no era interesante, inspirador, ni hermoso. Solo era intenso, real… demasiado real. No tenía palabras, no tenía colores, ni siquiera papel. No tenía absolutamente nada.
Todo estaba bien, pero seguía pesando tanto. Seguía avanzando demasiado rápido, mientras yo no podía moverme. Ni respirar.
Sentía, eso sí. Y dolía mucho. Solía ser, creo. ¿O lo había soñado?
¿Existimos aún cuando la luz no llega a reflejarse en nosotros? No pasa nada, todo sigue siendo lo de siempre. Pero importa menos.


¿Me habrán visto alguna vez? O quizás, nunca estuve ahí. Todo pasó en mi cabeza, como en una caja de juguetes, siendo yo todos los personajes. Quizás me había dibujado sola, y ya no sabía cómo borrarme.
Lejos de alcanzar una conclusión, pensar no es más que desvariar. Volver a lo mismo una y otra vez, igual que en la vida. A ese estado de no saber qué hacer, de no saber qué ser. O si seguir siendo. De escribir, borrar, seguir escribiendo y guardar. Porque, ¿qué más da? No es real, no soy real, nunca quise serlo.
Pero entonces, ¿por qué sigo escribiendo?

viernes, 10 de noviembre de 2017

Bocetos

Tracé un mapa en un trocito de cielo
para que me encuentres si me vuelvo a perder.
Describí el significado de mis silencios
en la esquina doblada de una hoja de papel.
Podemos aprender a volar entre sueños
y que la vista compense el volver a caer.
Quizás ocultándonos en un boceto
dibujemos algo que el tiempo no pueda desvanecer.


Sobredosis de vacío

Vi a mi reflejo desvanecerse entre una multitud de sombras, pero la sensación de que falta hasta el aire seguía ahí. Seguí mis huellas y terminé corriendo en círculos, dando vueltas sobre nada, como esos pensamientos que tiene uno a media noche. Como esas letras que escribe y guarda donde nadie podrá encontrarlas jamás, en ese lugar donde pierde su mirada. Tantos sueños, sonrisas y promesas de finales felices, me gustaría haber guardado el recibo de esta historia que no tiene los colores con que la habían presentado. Y ahora creo que estoy monocromático, pero no importa porque no dejo de cubrirme los ojos con las manos, esperando a que esta niebla se disipe. Quizás pase ahora, quizás mañana o en unos días. Quizás no pase jamás, no importa, lo que quiero es un horizonte nublado o ahogado en rayos de luz, pero no ambos. No quiero ver salir y esconderse al sol. No quiero ser un soñador iluso por el día y un melancólico depresivo por las noches.

Todo es cuestión de perspectiva, o eso dicen. Yo creo que cada uno se cree sus mentiras y llega a hacerlas real. ¿Qué nos queda entonces, un mundo lleno de supuestos? Un mal escritor que no se decide a definir a sus personajes, que ni siquiera tiene una trama, qué se yo. Últimamente no entiendo nada. Hay muchas cosas que se le atribuyen a la ignorancia, yo también lo hago, lo reconozco. Intenté buscar respuestas en estos libros viejos, y lo único que conseguí fue cortarme con sus renglones oxidados. Es curioso que cuanto más sabes más te das cuenta de que no hay tiempo de saberlo todo, de entender ni de casualidad esta historia, de pasar de las primeras páginas. Eso es muy triste. Pero no puedes decírselo a nadie porque después el loco eres tú, y quizás tenga su grado de verdad. Lo difícil no es sentirse diferente, eso lo puede hacer cualquiera con un ideal y unas horas de sueño perdidas. Cualquiera que tenga un mal día. No, lo difícil es que te lo confirmen, si es bueno o no ya es otra cosa, pero los síntomas siempre son únicos. Eres tú en una cama de hospital, rodeado de enfermeras, pero sin ningún compañero de habitación. Y lo peor es que todos creen tener una cura.

Y ahora estoy aquí, con un mensaje en una botella, gritando a un abismo y esperando escuchar los ecos, porque eso de discutir con uno mismo se vuelve aburrido, nunca me dejo ganar. No me entiendes, lo sé y lo siento, me explico fatal. Pero esto de ser invisible me vuelve loco, y escribir es la única manera de comprobar si sigo siendo real. 

lunes, 4 de enero de 2016

Para siempre

Hay demasiados renglones para tan pocas letras,
O demasiadas letras para tan poca tinta.
De tantos garabatos, no hay uno que valga la pena.
Y si me desdibujara, creo que no me importaría.
El tiempo avanza muy rápido, pero nunca tropieza
Nosotros, por otra parte, siempre estamos cayendo
Mirando al cielo, insomnes, contando ausencias
Escribiendo versos a la nostalgia en el suelo.
Somos tan fugaces que a veces me pongo a pensar
Si no seremos una ilusión parte de algún sueño
Si el “para siempre” no es sólo otra forma de decir
“te quiero, a pesar de que no volvamos a vernos”.


sábado, 11 de julio de 2015

Lapiceras vacías

Se aspiraba ese aroma a nostalgia que es el triste consuelo de una presencia que se convirtió en humo. Y decidí apagar la música porque ninguna nota se asemeja al tono de esa risa que, al recordarla, suena casi como una burla a un gesto que ya ni se inmuta. Recorrí el papel con mis dedos y me sorprendió lo áspero que se sentía, casi como si no quisiera que lo impregnaran unas letras tan vacías. Tomé la pluma, que igual hubiera sido si tomaba un trozo de hielo porque me congeló las manos, y la apoyé contra el papel.

Pero las letras no salían, por más que lo intentara no querían tomar forma. Como si fueran actores sin guiones, negándose a continuar con una obra que ni siquiera tenía espectadores. No sé cuánto tiempo me habré distraído intentando recordar dónde había ido el público, contando a uno por uno cuando los veía salir por la puerta, porque cuando vi el papel tenía una gran mancha de tinta. Y entonces lo entendí. No era culpa del papel, de la pluma o de las letras. No era la música el ruido, ni la nostalgia la culpable de que estuviera despierta tan tarde. Era yo, una lapicera vacía que intentaba escribir, un actor que enmudeció y olvidó su guión. Era yo quien no podía gritar porque había regalado su voz.

Cuentos de hadas

Pocos ojos son capaces de ver matices donde otros no ven nada
y plasmarlos en paisajes invisibles a través de delicadas palabras
fantaseando entre mariposas sin despegar los pies de la tierra
elevándose a lo más alto sin necesidad de tener alas
Mundos enteros caben en la coreografía de sus letras
con una corona de papel y un bolígrafo como espada
moldea con gotas de tinta realidades de plastilina
Camina entre sueños con una flor en cada huella
haciendo que pierdas el aliento con cada una de sus rimas
Resplandece en las noches frías con el brillo de una estrella
su historia posee una magia distinta a la de cualquier hada
Se oculta entre vacíos un personaje que no se ve a simple vista
en este mundo superficial, como un tesoro jugando a las escondidas.


Alas de papel

Sueño despierta con alas que no se encuentran en los textos, con la mirada perdida buscando flores en el asfalto, flotando entre realidades que no se pueden explicar con conceptos. Juego con la luna sin necesidad de tocarla, susurro a las estrellas con versos y palabras sueltas que oculto bajo la almohada. Me siento obligada a escribir las historias olvidadas en cajones, a jugar con juguetes rotos que el tiempo abandonó en los rincones. Repitiendo sentimientos con los mismos matices pareciera que se tiñen de colores.
 En este ritmo tan repetitivo me gusta encontrar melodías únicas afinando los acordes de la lluvia, pintando con los dedos las esencias que no veo en ningún boceto. Divago entre sin sentidos porque es lo único que comprendo, las formas de lo que no lo tiene y los motivos de lo que está perdido.

Soñar no es tan peligroso como crees, cuando lo que quieres es dejar de pensar, de intentar comprender lo que sientes. Espero que no me malinterpretes, aunque no tenga ganas de explicar. Caer no es tan triste, si lo piensas, es pisar tierra firme (y, a veces, bajar un poco más). El mundo es muy grande, deja que me pierda, seguro me volverás a encontrar, dando vueltas a las mismas ideas, sentada en el mismo lugar.

Es curioso cómo pasan las cosas, tan rápido, y nos dejan atrás. Cómo somos siempre un pasado, recordando a alguien más. Entre tantos vacíos todo parece tan lleno, y no importa, todo deja de importar, cuando desde el suelo te preguntas ¿de verdad tengo algo que extrañar? Está todo en tu cabeza, como esos sueños de los que no quieres despertar. Y no continúan. No vuelven nunca más.